Censuras, demandas y alborotos han caracterizado a las exposiciones de Cháirez, cuyas críticas desde el arte dividen opiniones: a algunos incomoda y a otros maravilla. La agudeza erótica de sus obras transgrede los símbolos más empecinados de la mexicanidad, la religiosidad o la masculinidad. Su virtud es abrir camino hacia la afanosa —pero siempre saludable— desobediencia.
I. Antecedentes, ecos y otras influencias
Formas Nómadas [FoNo]: Creo que, a diferencia de muchos artistas, tu discurso está muy acotado: es un arte que busca la reivindicación, el posicionamiento de temas invisibilizados, la emancipación frente al poder, el desafío de las estructuras. Todo se lleva a efecto desde la transgresión. ¿Crees que eso sería posible con lenguajes más abstractos?
Fabián Cháirez [FC]:1 Yo creo que sí. Con un lenguaje abstracto per se, se pueden cuestionar también cosas que se consideran verdaderas, por ejemplo: el plátano de Maurizio Cattelan. Por medio de esa obra, estaba cuestionando qué es lo que consideramos arte. Pollock también cuestionó, en su momento, qué era la pintura. Yo hablaría más del arte en general: puede ir en contra de las normas y de lo que se considera posible o válido. Eso puede tomar cualquier forma.
FoNo: No todo mundo tenemos la capacidad de entender el presente, pero yo te preguntaría, ¿en qué momento estamos en el arte? Particularmente en la pintura y en la escultura, sobre todo frente a las nuevas tecnologías que han surgido, como inteligencia artificial.
FC: Yo creo que estamos en un momento de diversificación en que se puede entender, desde muchas aristas, qué es el arte. Con las tecnologías emergentes se abre un camino nuevo. El error que se ha cometido —y que puede seguir cometiéndose— es pensar que el arte sólo tiene un camino o que responde al contexto en que se está gestando la obra. Históricamente, expresiones muy distintas han convivido al mismo tiempo. Creo que es oportuno reconocer que hay muchos caminos por recorrer, no sólo uno. Una expresión en contra de lo tecnológico puede ser lo análogo. De hecho, creo que eso habla mucho del realce de la pintura figurativa en la actualidad: es una forma de resistencia ante ciertas cosas que empiezan a establecerse.
FoNo: Sí, creo que eso está presente en la obra de artistas como tú que exploran lo figurativo, lo análogo.
FC: Antes la pintura tuvo como aliada a la fotografía. Ahora podemos tener de aliada a la inteligencia artificial. No veo por qué no pueda haber una simbiosis que potencialice las nuevas propuestas.


FoNo: Encuentro en tu obra cierto gusto por la reinterpretación —más bien, como una inclinación por continuar— obras de otros artistas, aunque, evidentemente, con un discurso diferente. Por ejemplo, veo un paralelismo muy bonito con un cuadro de Colbert, en que él ponía el pubis desnudo de una mujer y tú más bien lo llevas al cuerpo masculino en la obra Estudio masculino. Algo similar sucede con Saturnino Herrán, como en el cuadro de La morena, El cuadrilátero o Caricias a Herrán. ¿Qué encuentras en la reinterpretación?
FC: Me gusta pensar que es una continuidad: que las ideas evolucionan conforme pasa el tiempo. Herrán tenía una perspectiva de su contemporaneidad, de la mexicanidad, y me parece importante como búsqueda de identidad nacional y como referente de la pintura. Para mí se trata de adaptar ciertas ideas que van evolucionando a lo largo del tiempo, como la idea de nacionalidad o de identidad que ellos trataron en su momento. Lo que intento hacer en mi trabajo es traer algunos de esos elementos a nuestro presente: ideas sobre el cuerpo, sobre la nación. Son puntos que están en disputa: qué es posible y qué no. La pintura me da la autonomía completa de construir íconos e imágenes que de otra forma no podrían existir. En mi obra busco dar continuidad a las ideas que merecen la pena seguir manteniendo y adaptando a las reflexiones nuevas sobre algunos puntos que son importantes en la sociedad.


FoNo: Es importante entender que las identidades no son estáticas; al contrario, son estructuras dinámicas que van cambiando.
FC: El ser humano siempre evoluciona. Es algo que me he cuestionado últimamente: ¿la pintura debe evolucionar? Yo creo que sí: siempre está cambiando, aunque considero importante guardar memoria de su camino en esa evolución. Creo que mi obra intenta ser una continuidad, por eso tengo muy presente de dónde viene.
FoNo: Decía un gran poeta que, para entender la obra de un artista, hay que preguntarle por su definición de paraíso. En tu caso, ¿cuál es tu definición de paraíso?
FC: Una horizontalidad sin culpa. Es algo que busco en mi obra: llevar a un lugar horizontal a todos estos personajes. En una jerarquía a escala social, esos personajes han sido definidos como “inferiores”. Para mí ha sido muy importante sublimar estos cuerpos, expresiones, colores, pieles: llevarlos a un lugar horizontal. Tampoco me gusta pensar que somos superiores. Estaríamos cometiendo el mismo error de quien nos oprime. Por eso hablo de una “horizontalidad”.
Y sobre el término “sin culpa” puedo decir que, viviendo en México y estando tan influenciados por la religión católica, el hecho de revelarte siempre suscita culpa. El tratar al cuerpo sin prejuicios, con goce y dignidad es algo que me encanta. Es uno de los parámetros de mis utopías.

II. Del cuerpo masculino como productor de deseo
FoNo: Has cuestionado mucho la masculinidad como una construcción social y cultural que encarna algunos valores y conductas muy definidos: la agresividad, lo activo, lo fuerte…pero hay algo que, incluso en las reivindicaciones, como las nuevas masculinidades, se habla poco: la posibilidad del cuerpo masculino para suscitar deseo. Creo que el cuerpo masculino, en la modernidad, ha encarnado valores como lo sucio, lo feo, lo descuidado…basta revisar cómo se expresan algunos autores, como la muy conocida Isabel Allende, sobre el cuerpo masculino. Para empezar, ¿por qué crees que al cuerpo masculino se le ha negado la capacidad de producir deseo o goce?
FC: En sistemas regidos por el hombre, se ha entendido a la masculinidad como la perpetuidad del poder de ese género. Se han construido ideas, mandatos o estereotipos que lo dotan de ciertos valores o actitudes. El deseo puede vulnerar a la persona. Y la vulnerabilidad no es algo que se nos permita en este sistema del heteropatriarcado, porque deshonra, debilita y vulnera a los hombres. En el erotismo y el deseo actual, estamos habituados a consumir los cuerpos que se leen como femeninos. Eso marca una frontera entre lo que puede ser deseado y lo que no: pareciera que el hombre puede desear, pero no puede ser deseado… en su caso, si puede ser deseado, debe ser desde algunos parámetros o “virtudes”, como la fuerza, la agresividad, la hostilidad. Cuando el hombre se vulnera, cuando parece que no cumple con estos puntos, pareciera que pierde automáticamente su valor. De ahí viene el no permitirle al hombre exhibirse como un objeto de deseo.

FoNo: Entre el ser deseante y el ser deseado siempre hay una suerte de relación activo-pasivo. En esa estructura, difícilmente se acepta ser el sujeto pasivo. Desde tu perspectiva, ¿es posible emancipar a la masculinidad tradicional del cuerpo masculino? En su caso, ¿cómo propones esa ruptura?
FC: Hay que darle la libertad de presentarse de forma horizontal. Hay que permitirle a la masculinidad todas aquellas cosas, como la vulnerabilidad o cualidades tan sencillas como el afecto o la ternura que se suelen considerar como valores ajenos a la masculinidad.
III. De la transgresión
FoNo: Hay una duda que nos asalta a todas las personas que nos dedicamos a cosas artísticas, sobre todo cuando usamos a la transgresión como modo de crítica: ¿hay límites para la transgresión del poder?
FC: Jamás. No veo un límite. Siempre que alguien esté en el poder deberá ser cuestionado, no importa el bando, la expresión o el lugar que ocupe.
FoNo: La transgresión suele desafiar los valores establecidos, pero con el tiempo algunas formas de rebeldía se institucionalizan. Creo que un ejemplo muy típico es lo que sucedió con el rock: cuando comenzó, era una manera de transgredir y terminó absorbido por la industria musical. ¿Cómo evitar que la provocación se convierta en una fórmula asimilada dentro del sistema que intenta subvertir? ¿Cómo asegurar que la transgresión de hoy no sea el conservadurismo de mañana?
FC: Todo es cíclico. No hay una transgresión que exista para siempre o que no pueda ser asimilada. Lo que fue transgresor en algún momento logró abrir un espectro en que la gente comienza a entenderlo y aceptarlo, y ya no resulta transgresor. Tal vez la obra que estoy pintando ahora ya no será —espero— nada transgresora en 20 o 30 años, pues se habrá asimilado el contenido. Eso quiere decir que nuestro espectro se ha expandido, que la obra ha logrado su cometido: abrir posibilidades nuevas para la lectura de algún tema que en su momento fue transgresor. Así es como las sociedades y la mente humana van creciendo: cuando estos productos transgresores abren una posibilidad nueva para entender al mundo.

Por otro lado, está el capital, que absorbe todo para su beneficio. Eso no es culpa del artista. El consumo masivo de cosas —o la idea de pertenencia que el consumo mismo te da— va diluyendo la transgresión, por ejemplo: la obra de Banksy, que ya no molesta a tanta gente, sino que se volvió parte de la cultura mainstream. Ya fue asimilada. Como dices: ahora escuchas la canción de Kiss, I was made for lovin’ you, que en su momento era satánica, pero que ahora nos reímos o creemos que es otra balada más de amor. Lo mismo sucede con Marilyn Manson…o Madonna, que mostraba su cuerpo con bastante autonomía, explorando abiertamente su sexualidad: son cosas que ya no incomodan tanto porque ya fueron asimiladas. En su momento, Madonna abrió la puerta para que otros artistas, femeninas y masculinos, pudieran tratar ese tema en sociedades patriarcales y machistas. Ahora vemos a ciertos artistas como Miley Cyrus que hace lo que hacía Madonna, y ya no es tan transgresor. Eso quiere decir que el público expandió su entendimiento sobre los temas que Madonna estaba rompiendo.
La revolución ha sido un ejemplo: la idea de masculinidad termina por ser algo sagrado en un país machista. La imagen de un héroe con valores masculinos genera, al ser transgredida, una ruptura que prende las alarmas de mucha gente conservadora, pero termina por crear una posibilidad para abrir esos temas. Espero que en algunos años eso ya sea algo más asimilado.

IV. Del erotismo y su vínculo con lo sagrado
FoNo: Como sabes, este cuarto número de Formas Nómadas está consagrado al erotismo. Desde la pintura y la escultura, ¿cómo entiendes al erotismo? ¿Qué formas asume el erotismo en tu plástica y en tu discurso?
FC: Entiendo al erotismo como algo más mental, que tiene que ver con la psique. Al presentarse una situación que no tiene que ver forzosamente con el cuerpo desnudo o lo sensual, puede resultar el erotismo. El erotismo es una transgresión a muchos niveles: intelectual, física, de conciencia…no sólo se relaciona con el acto sexual o lo explícito. Está muy presente también en el inconsciente. Podemos ver a la escultura de Santa Teresa, de Bernini: evoca una transgresión del cuerpo, cuya consecuencia está inmortalizada en ese gesto. Esa situación en que se transgrede tanto al cuerpo como a la mente genera una perspectiva nueva. El erotismo es una herramienta para llegar a esa transgresión.

FoNo: Creo que hay conjunciones muy próximas entre lo erótico y lo sagrado. Si lees a Sor Juana, que es una persona consagrada a la religión, te das cuenta de que hay mucho erotismo en su poesía, incluso en la de orden exclusivamente religioso. Lo mismo sucede con los místicos cristianos como Santa Teresa o San Juan de la Cruz. Pero, curiosamente, sucede lo mismo en sentido contrario: muchas veces el arte de autores y artistas que explícitamente se definen como no religiosos —ateos, incluso— está lleno de religiosidad. Pienso en la literatura de Salvador Elizondo y José Revueltas, o en algunos poemas de Octavio Paz. ¿Encuentras conexiones entre el erotismo y lo religioso?
FC: Completamente. De eso ha hablado bastante George Bataille. Es la iluminación que se alcanza mediante la experiencia y la transgresión del cuerpo. Tanto lo artístico como lo religioso permiten esa revelación: una nueva realidad, un antes y un después. Por medio de lo erótico, las creencias o lo sacro podemos llegar a esa iluminación. Yo puedo presumir que lo logro a través del arte: son experiencias bastante similares.
FoNo: Veo en tu obra religiosidad, que si bien se presenta muy explícitamente y a manera de crítica, finalmente está allí presente. ¿Qué valor tiene lo religioso, más allá de la crítica muy justa que haces a sus excesos?
FC: Yo creo que es igual que la experiencia erótica o muchos otros tipos de vivencias. El ser humano siempre está buscando un punto de partida para enfrentarse al mundo; siempre busca esos discursos fundacionales, esas historias que le sirven para entender al mundo. Es el punto desde el que vemos hacia un horizonte. Eso es muy humano. De alguna u otra forma, todos lo tenemos: algunos con la religión, otros con el trabajo, el arte, el sexo, las sustancias. El ser humano busca esos puntos de partida y, sí, la religión es uno de los más frecuentes, con el que muchos individuos coinciden. Históricamente, ha sido el apoyo para el ser humano.
Lo lamentable es que, a partir de esos puntos de partida, siempre hay alguien que intenta tomar ventaja. Siempre va a haber gente que intente corromper esa necesidad de pertenencia, tan humana, y usarla a su favor. No hablo nada más de la religión: del punto que sea. Hablo también de lo erótico, del arte, de la política, de la ciencia…de todos lados.

FoNo: Como dices: siempre hay gente que intenta tomar ventaja, pero, de igual modo, siempre hay un contrapeso que hace frente a los excesos y se arroja a hacer una crítica. Tu obra es un ejemplo claro. Creo que en eso radica el valor del arte en la gente: algo que ni el poder más severo o la opresión más injusta le ha logrado arrancar.
- Para ver con más detalle el trabajo de Fabián Cháirez, puede consultarse su cuenta de Instagram [@fabian_chairez] o su página de internet [dar clic aquí]. ↩︎
Nota: todas las fotografías de las pinturas fueron obtenidas de la página de internet de Fabián Cháirez. La fotografía de la portada fue proporcionada por Enoch Palacios, asistente de Cháirez, y los créditos autorales corresponden a Lalo Hermosilla Hanus.