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iAutoerotismo (iA)

Por: Mariana Gabriela Vilet Carvajal & Jaime Sebastián F. Galán Jiménez

Los cambios en la tecnología parecen suscitar también un tránsito en las formas de encontrar placer: la imprenta, los medios audiovisuales, el mundo digital. Pero, por más diversos que sean estos medios, cualquiera apela al mismo principio: excitar la imaginación, que no pocas veces está habitada de extravagancias y licencias. Quizá la tecnología actual nos permita explorar, con algo de libertad, la parte más secreta de nuestro deseo.1

Por: Mariana Gabriela Vilet Carvajal 2 & Jaime Sebastián F. Galán Jiménez 3

El autoerotismo es la posibilidad de gestar el propio placer y no se limita a una cuestión corporal: puede implicar fantasías, sueños, todos los elementos que, de manera autónoma, brindan placer (Vilet & F. Galán, 2021). Si bien existen cada vez más espacios en que se puede hablar de lo erótico, continúa la censura de aquello que es permitido externar y aquello que no. Los tabúes y estigmas que antes eran asociados al pecado, por tanto, aún se imponen mediante el control social e incluso el orden y las jerarquías implícitas (Giraldo, 2013), cuestiones en que uno u otro deseo puede ser considerado adecuado (puro) o desdeñable (impuro).  

Dentro de la sexualidad no existe lo normal o lo anormal: lo primero es lo que se considera sano, consentido y placentero para quien lo practica. Sin embargo, dentro del campo de la salud mental se han categorizado históricamente diferentes formas del deseo como patología. Años atrás fueron “perversiones sexuales” que han ido cambiando de nombre a “parafilias” o “fetiches sexuales”. Junto a este cambio se ha ampliado también la aceptación de muchas prácticas como parte importante de un repertorio sexual saludable, a tal punto que algunas se han librado por completo de dicha categorización, creando una identidad nueva completamente alejada del mundo de la patología. Es posible revisar lo que aún aparece como parte de un diagnóstico, sin embargo, más que repetir lo que ya socialmente se ha prohibido, nos parece interesante invitar a las y los lectores a pensar qué ha pasado por su imaginación, qué deseo no se animarían a compartir, a externar o a decir, o en qué navegaciones ponen el modo incognito del explorador. 

Si en estas líneas usted no ha pensado en nada, es quizá porque, aún a esta altura, en donde se defiende el libre desarrollo de la personalidad, la sociedad sigue generando censura: nuestro entorno familiar, laboral, etcétera. La fantasía o la exploración de posibilidades, a su vez, pueden propiciar o prohibir ese autoconocimiento. Sin embargo, si usted identificó al menos una, será sencillo comprender que algunos placeres se vuelven en ocasiones tormentosos porque no encuentran comprensión verdadera ni parejas sexuales adecuadas (Martin, 2022). Esto puede hacer que la persona caiga en un espiral de rechazo social (o autorechazo) que va internalizándose, alejándole de la propia sexualidad, del propio cuerpo, y le ajusta a moldes sociales en los que no se termina realmente por encajar. Catalogar al deseo propio como “malo” o “no convencional” no nos libera de desearlo, únicamente crea un ambiente negativo alrededor de él y de la persona misma: “mi deseo es malo, entonces yo soy mala o malo”, “mi deseo es anormal, entonces yo soy anormal”. Por ejemplo: saber que no es convencional sentir placer sexual con vómito no detiene mágicamente a la persona emetofílica de experimentar dicho placer; únicamente lo señala como un problema. ¿Qué tan feliz viviría la persona menofílica si nunca nadie le comenta que, socialmente, la menstruación no suele percibirse tan placentera y seductora como la ve? 

El problema no se termina de concretar hasta que alguien dice que se trata de un problema, o hasta que éste comienza a generar decadencia en la vida diaria de la persona. ¿Qué pasaría si pudiéramos vivir plenamente nuestro deseo y nuestro placer sin tener esas consecuencias de rechazo social? La aplicación Feetfinder, por ejemplo, ya ha dado la posibilidad de acceder a imágenes de pies sin buscarlos constantemente en el mundo físico. La virtualidad no sólo da un espacio de disfrute: puede también comenzar a crear un balance entre lo aceptado y lo poco convencional, permitiendo no rechazarnos a nosotros mismos, ni castigarnos ni condenarnos por aquellas preferencias particulares. Lo virtual permite incluso encontrar comprensión, además de poder crear una comunidad que logre aceptar y entender las diferencias. 

Es muy importante recalcar que, al menos en este artículo, se habla de un vínculo con el propio cuerpo y sus posibilidades, tomándolo no como categoría natural, sino como el producto de un sistema de representaciones sociales, a través de significados e interpretaciones de las sensaciones corporales y su ubicación, de tal forma que se convierte en instaurador del orden social y en el lugar donde se expresan las jerarquías y ordenamientos sociales (Giraldo, 2013).

Dentro de este sistema de representaciones sociales, la vivencia de la sexualidad y, específicamente, el placer generado mediante el autoerotismo se muestra de formas diferentes de acuerdo con el cuerpo que lo experimenta. La experiencia erótica de un cuerpo femenino, por tanto, no será la misma que la de un cuerpo masculino, aunque tampoco es la misma experiencia el acceso al cuerpo propio desde una cultura occidental a una cultura oriental. ¿Qué tan diferente será el placer que siento yo al que siente usted? Esta diferencia es resultado de la vivencia subjetiva, pero ¿qué tanto influye en este placer la forma de nuestro cuerpo, su color, su lugar y su año de nacimiento? El hecho de que nuestros cuerpos sean políticos automáticamente politiza nuestro placer y condiciona la forma en que accedemos a él, entintándolo de complejos sociales como el género, sus cautiverios y sus mandatos (Lagarde, 2015), así como los discursos hegemónicos que promueven casi siempre la sexualidad con fines de reproducción y que, por tanto, prohíben la autoexploración a mujeres o el contacto con su propio deseo (mismo que, en teoría, se despierta por un hombre y se brinda para él). En este sentido, en los hombres aparece una historia distinta: tienen posibilidad y capacidad de autoerotizarse genitalmente, es decir, casi todos los hombres promueven y conocen la masturbación y el disfrute mediante su pene; sin embargo, muy pocos aceptarían o incluso podrían nombrar la posibilidad de erotización anal —aun en el mundo gay hay hombres que consideran inviable la posibilidad de explorarlo incluso con una pareja—. Como se puede apreciar, tocarse, conocerse, fantasear puede ser un camino más sinuoso de lo que se habla en voz alta. 

Ahora emerge una forma nueva de autoerotismo: el autoerotismo asistido. Si bien siempre habían existido dildos o juguetes que permitían hacer más diversa la experiencia del autoerotismo, ahora más y más personas reportan que la inteligencia artificial les permite generar diálogos, imágenes y otros elementos con base en una instrucción, cuya disposición permite un intercambio constante y fluido para el deleite del interlocutor. Asimismo, al poderse generar un proyecto específico que incluye un historial, la inteligencia artificial puede cada vez aprender más o incluso generar personajes que respondan a los deseos de quien escribe. Muchísimas cuestiones que no se externarían se pueden interactuar ahí. Las vivencias que se van creando dentro de la virtualidad se categorizan tan reales como cualquier experiencia vivida con un cuerpo orgánico. La percepción de un humano inmerso en un mundo artificial tiene efectos reales, por ejemplo: el goce sexual (Marqués, 2004). Es posible enamorarse dentro de la virtualidad, asistir a clases, crear comunidad o forjar amistades que fortalecen nuestra identidad con experiencias tan significativas como si hubieran sido experimentadas en nuestra realidad física.

El espacio virtual, como extensión y no oposición de nuestra realidad, y dotado de la ausencia de mandatos sociales y obstáculos físicos, logra ser una herramienta que permite emancipar el derecho a experimentar la sexualidad de diversos obstáculos físicos-corporales, favoreciendo la equidad en torno a las posibilidades de disfrute. Cuando en la realidad física es negado el acceso al autoerotismo debido a las condiciones del propio cuerpo, el acceso al mundo virtual rompe con dichas condiciones, otorgando un camino de posibilidades equitativas que carecen de juicio y exigencias corpóreas. Creamos la posibilidad de conocernos a través de un otro (llamado virtualidad) y recuperamos nuestro derecho y poder sobre el cuerpo físico, decidiendo qué sentir, cómo sentirlo, cuándo sentirlo e, incluso, eligiendo el compartir nuestra experiencia y nuestro placer con otros sin la necesidad de requerir una asistencia especial para ello.

Es importante mencionar que ninguna de nuestras intenciones es incitar a explorar o usar la inteligencia artificial, sino compartir que el mundo virtual, como extensión de nuestro mundo físico, ha dejado poco a poco de representarse en una dicotomía estricta: blanco o negro, fuera o dentro. La virtualidad se ha convertido en un espacio más donde existimos y experimentamos con la misma intensidad que cualquier experiencia física. Hay alternativas más públicas desde lo privado, más interactivas y que necesariamente nos invitan a pensar: a) ¿realmente nos hemos permitido conocer lo que deseamos, anhelamos o queremos? b) ¿Cuál es la historia de mi cuerpo y su placer? c) Si cada vez es menos solitario el autoerotismo gracias a la inteligencia artificial y eso disminuye riesgos de embarazo, enfermedades de transmisión sexual, etcétera, ¿cuánto falta para que sea una práctica perfeccionada y difundida como medio idóneo de prevención y expansión del placer? 

Referencias

  • Arnau, S. (2017). El modelo de asistencia sexual como derecho humano al auto-erotismo y el acceso al propio cuerpo: un nuevo desafío para la plena implementación de la filosofía de vida independiente. Intersticios: Revista Sociológica de Pensamiento Crítico, 11(1), 19–37. https://www.intersticios.es/article/view/16468 sa 
  • Giraldo, C. I. (2013). Cibercuerpos: Los jóvenes y sexualidad en la posmodernidad. Revista Actualidades en Investigación Educativa, 13(1), 115-130. https://doi.org/10.22138/rai.13.1.318  
  • Marqués, C. (2004). En torno a los avatares del placer virtual. Contrastes. Revista Internacional de Filosofía, 9, 107–122.   
  • Martín, L. (2022). ¿Soy yo normal? Filias y parafilias sexuales. Periférica. 
  • Pardo, G., Pardo, J., & Nieto, I. (2021). La cosificación sexual como instrumento de diálogo a través del cuerpo: Un análisis de la sexualidad en educación artística. Panorama, 15(29). https://doi.org/10.22507/panorama.v15i29.418 
  • Sánchez, M., & Galán, J. S. (2022, octubre 24). Compromiso, intimidad, romance, amor y satisfacción en parejas mexicanas virtuales y presenciales durante la pandemia por COVID-19. Psicumex, 12(1). https://doi.org/10.36793/psicumex.v12i1.479 
  • Vilet, M. G., & Galán, J. S. (2021). Apropiación del cuerpo: autoerotismo y machismo sexual. La Ventana. Revista de Estudios de Género, 6(53), 342–373. https://revistalaventana.cucsh.udg.mx/index.php/LV/article/view/7214 

  1. La “i” se consolidó como un símbolo de innovación tecnológica con el lanzamiento del iPhone en 2007 y se abrazaron los siguientes conceptos desde entonces, también aplicables a nuestro placer: Internet: El primer significado de la “i” fue “internet”, según Steve Jobs, en 1998. Individual: los productos de Apple están diseñados para adaptarse a las necesidades de cada usuario. Instruir: la educación y el aprendizaje son pilares fundamentales de los productos de Apple. Informar: los productos de Apple son herramientas para encontrar información, trabajar, comunicarse e informar a los demás. Inspirar: los productos de Apple están pensados para hacer cosas que el consumidor aún no había pensado en hacer. Intuitivo: Steve Jobs quería que todos los productos de Apple fueran intuitivos.   ↩︎
  2. Psicóloga y lectora. ↩︎
  3. Psicoterapeuta e investigador. ↩︎

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