Al lado de las formas convencionales del erotismo, se acusan excentricidades y tabúes que, muchas veces, resultan bastante más excitantes: situaciones fuera de lo común, lugares extraños, momentos riesgosos e, incluso, interacciones con un individuo —o varios— de conductas extravagantes. El género del dark romance aparece frente a este deseo y, desde la literatura, construye un lugar seguro donde celebrar todas aquellas fantasías difíciles de confesar.
Por: Daniela Longo Lippera 1
De lo prohibido a lo viral: el nuevo boom de la literatura erótica
Plasmar nuestra sexualidad en las páginas de un libro no es algo nuevo. Los seres humanos llevamos siglos expresando el deseo a través de relatos eróticos que han ido mutando con el tiempo, dando lugar a lo que hoy llamamos “literatura erótica”: obras cuyas tramas giran en torno al erotismo y el sexo (Patthey Chávez et al., 1996). Por su contenido controversial, la literatura erótica ha sido históricamente uno de los géneros más censurados, ridiculizados y perseguidos.
Durante el siglo XX, con la irrupción del feminismo, comenzó a gestarse un cambio de enfoque. La narrativa erótica empezó a correrse del goce masculino para abrir paso a una mirada femenina que prioriza historias donde el deseo se entrelaza con el anhelo de conexión. Así surgió lo que hoy conocemos como “romance erótico”, un subgénero centrado en vínculos románticos donde el erotismo se presenta como una forma de intimidad emocional. Y si bien leer este tipo de obras seguía siendo un consumo privado —e incluso considerado ridículo—, ya no era perseguido ni censurado (Patthey Chávez et al., 1996).
Con la era digital, se produjo una revolución dentro del género. Las autoras del romance erótico encontraron mayor libertad para escribir sin las restricciones tradicionales del mercado editorial, especialmente mediante formatos digitales y de autopublicación, donde los límites temáticos y estilísticos se volvieron más flexibles y diversos.
El éxito de 50 sombras de Grey marcó un antes y un después, constituyendo un momento bisagra que llevó a la literatura erótica al centro de la escena comercial. Pero fue con la irrupción de BookTok que este fenómeno se volvió verdaderamente mainstream. Esta comunidad de lectoras dentro de la plataforma TikTok no sólo disparó las ventas, sino que también legitimó estos consumos, poniendo en el foco del debate el deseo femenino. Hoy, el punitivismo sexual quedó atrás. Leer erótica ya no es un acto privado ni tabú, sino una experiencia compartida, celebrada e, incluso, reivindicada. Todo el mundo está leyendo smut a plena luz del día: en el avión, en la playa o incluso en el gimnasio.
Fantasías incómodas en tinta elegante
Leer erótica puede ser una forma de explorar nuestros límites: no sólo para reconocer lo que nos excita sin necesidad de actuarlo, sino también para entender que el deseo —como la ficción— no siempre responde a la lógica ni a la moral. Muchos de estos libros empujan la carga erótica hacia zonas oscuras. Uno de los subgéneros más populares actualmente —y más cuestionados— es el dark romance. Autoras como Ana Huang (Twisted Series), Rina Kent (Royal Elite) o H.D. Carlton (Haunting Adeline) dominan las listas de ventas con protagonistas masculinos sacados de una pesadilla “romántica”. Para expresar la pasión que sienten por la protagonista, estos personajes espían, manipulan, secuestran o cruzan los límites del consentimiento. La historia se construye así como una narrativa que invita a la lectora a oscilar entre el deseo y el peligro (Haupt, 2022).
Se acusa al dark romance de glorificar o naturalizar relaciones disfuncionales, e incluso de romantizar la violencia (Sherman, 2023). Si bien es necesario mantener una lectura crítica cuando se consumen estas historias —especialmente en lo que respecta a dinámicas de poder o consentimiento—, lo cierto es que no hay nada nuevo en este subgénero. La literatura ha explorado históricamente deseos oscuros. Obras como La Venus de las pieles (1870), Juliette (1795) o 120 días de Sodoma (1904) ya desafiaban los límites entre el placer, la crueldad y la transgresión.
Leer sobre hombres violentos no significa querer vincularse con ellos. El deseo se construye a partir de la socialización, y por eso no sorprende que algunas personas tengan fantasías sexuales atravesadas por dinámicas patriarcales, aun cuando no deseen replicarlas en la vida real. Es ahí donde entra la literatura como un lugar seguro: un espacio en el que explorar nuestros deseos más incómodos —incluso aquellos moldeados por estructuras patriarcales—, sin tener que asumir consecuencias. Al fin y al cabo, estamos dentro de un libro. Asumir que las lectoras no comprenden lo que leen o que no pueden distinguir ficción de realidad —y por eso serán inevitablemente influenciadas por estos libros— es subestimar profundamente su capacidad crítica.
Amor líquido y antiintelectualismo
A lo largo de la historia, la literatura ha sido una herramienta para narrar las problemáticas culturales de cada época (Sánchez, 2011). En los últimos meses, muchas voces literarias comenzaron a comparar estos libros con el fast fashion: productos diseñados para ser consumidos rápidamente y con una estructura predecible (Horowitch, 2024). Entonces, ¿por qué, si son “malos”, estos libros arrasan en ventas?
Cuando se indagó cuáles eran las motivaciones principales de las lectoras para leer romance erótico, se identificó a la distracción y a la sensación de tranquilidad como las razones predominantes (Kraxenberger et al., 2021). Tal vez no estemos frente a un síntoma de decadencia intelectual, sino ante una necesidad de evasión de cara a una realidad emocionalmente agotadora.
Zygmunt Bauman describió nuestra época como una modernidad líquida: vínculos frágiles, compromisos efímeros y emociones volátiles. En este escenario, construir una relación sólida y sostenida se vuelve cada vez más difícil. Nos vinculamos con miedo, cansancio y desconfianza, y muchas veces desde la lógica del consumo rápido y el descarte. Tal vez por eso tantas lectoras se refugian en mundos donde existen las almas gemelas y el amor lo consume todo: para resistir el cinismo afectivo.
Estamos agotadas. No sólo de nuestra jornada laboral, sino también de la forma en que nos estamos vinculando. Las historias predecibles que no demandan un gran esfuerzo cognitivo —porque apelan a la nostalgia o a estructuras narrativas familiares— se convierten en refugios emocionales accesibles. No sorprende, entonces, que gran parte de los rankings de ventas estén dominados por títulos de romance erótico, donde la lectora sabe lo que va a encontrar y justamente por eso lo busca.
En una época marcada por vínculos frágiles, ¿estamos leyendo sobre el amor idealizado porque necesitamos seguir creyendo que existe?
Referencias
- Haupt, A. (2022, 12 de octubre). Why we can’t stop reading Colleen Hoover’s trauma-filled novels. TIME. https://time.com/6221457/colleen-hoover-trauma-it-starts-with-us/
- Horowitch, R. (2024, 1 de octubre). The elite college students who can’t read books. The Atlantic. https://www.theatlantic.com/magazine/archive/2024/11/the-elite-college-students-who-cant-read-books/679945/
- Kraxenberger, M., Knoop, C. A., & Menninghaus, W. (2021). Who reads contemporary erotic novels and why? Humanities and Social Sciences Communications, 8(96). https://doi.org/10.1057/s41599-021-00764-3
- Patthey-Chavez, G. G., Clare, L., & Youmans, M. (1996). Watery passion: The struggle between hegemony and sexual liberation in erotic fiction for women. Discourse & Society, 7(1), 77-106.
- Sanchez, M. E. (2011). Erotic subjects: The sexuality of politics in early modern English literature (online edn, Oxford Academic, 22 Sept. 2011).
- Sherman, C. (2023, 23 de mayo). Inside the world of dark romance, where serial killer is the new sexy. VICE. https://www.vice.com/en/article/dark-romance-booktok/
- Licenciada en psicología. ↩︎
Nota: La imagen de la portada fue obtenida del sitio web de Pexels y los créditos autorales corresponden a Ludovica Dri [@wanderluly].