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Pensar de nuevo la pornografía

Por: Teresa Esteban y Jaime Nubiola

La pornografía ha sido una de las manifestaciones más elocuentes de la sexualidad y, a partir de ella, pueden interpretarse muchas facetas de la condición social e individual. Dos personas académicas nos comparten su lectura sobre este fenómeno complejo.

Por: Teresa Esteban 1 y Jaime Nubiola 2

0. Presentación 3

La pornografía es un fenómeno complejo que presenta caras muy diversas. Por un lado, están las dimensiones de la sociedad, la moral, la economía, la psicología, las libertades. Por otro, se encuentran las personas involucradas que, a su vez, se componen tanto de espectadores como de grupos vulnerables, los niños y las mujeres, sea como producto de la trata o de su libre determinación. Un lado más hace referencia al hecho de que la pornografía es el medio de educación sexual con que cuentan muchos adolescentes para tener su primer acercamiento a la dimensión sexual de la vida. Otro más se refiere a la adicción que produce el consumo constante de contenido para adultos. Una cara más hace referencia a la multitud de daños que provoca tanto en el espectador como en las personas que son tratadas como simples objetos. Otra más es la del supuesto empoderamiento de las mujeres que, a través de plataformas digitales, adquieren el control de su material que antes era explotado por hombres. Un lado más nos lleva a la regulación que el Estado ha tratado de hacer sobre este fenómeno social. Y así la lista podría continuar.

La realidad es que el sexo vende y, por tanto, podemos encontrarlo en casi todas las esferas comerciales: desde la publicidad de un cepillo dental hasta la pornografía en sentido estricto y la prostitución. La mujer, principalmente, es objeto de esta cosificación que lleva a una objetualización sexual muy alejada de la realidad de una relación sexual sana. La industria del “contenido para adultos” ha ido normalizando pautas de comportamiento en que principalmente los varones se han beneficiado de las conductas de sumisión de mujeres.

1. Pornografía como educación

La pornografía gratuita y accesible en internet es hoy la fuente principal de “educación sexual” de nuestros niños y jóvenes desde los 10 u 11 años en adelante. Sin duda, esto es producto de las lagunas que los sistemas educativos no han sabido llenar de forma satisfactoria y que la industria pornográfica ha sabido captar valiéndose de los avances tecnológicos. Dicha situación ha traído como consecuencia que esta “educación” suela ser devastadora: las imágenes a las que por curiosidad se asoman nuestros jóvenes entrañan casi siempre violencia y una animalización de las relaciones sexuales. Los padres y madres que descubren esas imágenes en los móviles de sus hijos quedan horrorizados ante la crudeza de lo que ven, que no tiene semejanza alguna con el amor conyugal.

Pero esto no es sólo cuestión de juventud. Los adultos tampoco han sabido desentrañar su sexualidad del todo, quizás a causa de los tabúes que estos temas siempre han traído aparejados. Para muchas personas que tienen una relación formal, el consumo de pornografía viene a ser una especie de educación sexual por la falta de conocimiento que tienen sobre su propia sexualidad. Sin embargo, esta fuente de conocimiento no es para nada fiable, pues en la pornografía generalmente los implicados están actuando: la mayoría de las veces su contenido muestra excentricidades, exageraciones y establece un parámetro demasiado alto para este tipo de acercamiento entre dos personas. De esta forma se olvida que la sexualidad es sólo uno de los ingredientes para el bienestar integral de la persona, pero, al no ser ni el único ni el más importante de todos, se le está otorgando una sobrevaloración que no le corresponde.

2. Pornografía como droga

La pornografía a través de las pantallas ha ocupado estratos amplios de nuestra sociedad como distracción ocasional o entretenimiento habitual de los adultos, sobre todo entre los varones. Puede decirse que se trata de un paso previo a la prostitución, más económico, más higiénico y aparentemente sin consecuencias indeseables. Lo que empieza como mera contemplación quiere llevarse a la vida real y muchos de los consumidores de prostitución fueron primeramente consumidores de pornografía que buscan hacer realidad ese mundo de ficción en que la mujer es cosificada, sometida y violentada de diversas formas.

Esta condición trae a la memoria a aquel “soma” que en la distopía de Huxley, Un mundo feliz, mantenía a los ciudadanos dócilmente al servicio del poder. El soma era una droga “eufórica, narcótica, agradablemente alucinante”, con “todas las ventajas del alcohol y ninguno de sus inconvenientes”. Es posible que la pornografía en nuestra sociedad —supuestamente progresista y avanzada— desempeñe una función similar. De no ser así, no se entiende cómo los gobernantes de tantos países no han adoptado medidas eficaces para erradicarla.

3. El daño de la pornografía

La pornografía no sólo daña a las mujeres y a los hombres utilizados en los rodajes de esas filmaciones, sino que también daña a los consumidores y a las personas que se relacionan con estos, ya que configura la forma en que los hombres ven a las mujeres. Quizá resulte necesaria una definición de pornografía. A nosotros nos basta con la definición contenida en la Censorship. A World Encyclopedia de 1907: “La pornografía es la representación de comportamientos sexuales en las artes y en los medios de comunicación que pretende provocar o provoca la excitación sexual”. Los productos pornográficos son realizados, comercializados y consumidos con esa finalidad. No hay dudas al respecto ni entre sus creadores ni entre sus consumidores.

El consumo habitual de pornografía por parte, sobre todo, de los varones, causa la instalación en su memoria de un cúmulo de imágenes degradantes, que distorsionan la realidad del sexo, que objetualizan a las mujeres y que convierten al varón en un “macho alfa” reduciendo penosamente su vida a la condición de semental estéril. Viene a la cabeza lo que anotó el editor y poeta estadounidense Thomas B. Aldrich en sus Ponkapog Papers: “A un hombre se le conoce por la compañía que le hace su mente” —“A man is known by the company his mind keeps”—. Es así. Tenemos la impresión de que son muchos los conciudadanos nuestros que no pueden pensar ni querer porque tienen su imaginación llena, hasta el punto de que les ahoga y les encierra en su egoísmo.

4. La “nueva” pornografía

Un problema nuevo es que la pornografía ha evolucionado al mismo paso que la tecnología, especialmente a partir de la pandemia del Covid-19 en que millones de personas se vieron en la necesidad de adaptarse a la nueva realidad digital. Por eso no es de extrañar el auge de plataformas digitales como OnlyFans, Fansly y JustForFans, en que se ha establecido una nueva forma de vender contenido sexual sin la participación de intermediarios en el proceso. Esta situación ha sido vista por algunos como una vía de empoderamiento de las mujeres, pues la relación es directa entre la creadora de contenido y el consumidor. Lo anterior es grave, ya que no visualiza el hecho de que la mujer sigue siendo cosificada —además, desde los parámetros de mercantilización de los varones—, pues su contenido tendrá mayor o menor relevancia dependiendo del grado de satisfacción sexual que produzca a los destinatarios que son los que determinan el contenido que desean consumir. Esto disipa el espejismo de que las creadoras de contenido tengan en sus manos el poder de autodeterminarse y de ser consideradas como personas autónomas que realizan estas creaciones por puro placer. Asimismo, muestra que el tema económico sigue siendo un factor importante para que las personas decidan vender su imagen, más que una decisión libre tomada desde la conciencia.

El pasado 19 de mayo, la columnista estadounidense Christine Emba escribía un artículo valiente en The New York Times con el título (en español) El espejismo de la inocuidad de la pornografía, en que argumenta de forma convincente que la pornografía está tan normalizada en la sociedad que, a pesar de la evidencia de sus efectos tremendamente negativos, hay resistencia a criticarla por temor a parecer moralista. Emba comenzaba recordando el documental de la creadora británica de OnlyFans, Lily Phillips, titulado Me acosté con 100 hombres en un día. Después presta amplia atención al libro de Sophie Gilbert, publicado recientemente, Girl on Girl: How Pop Culture Turned a Generation of Women Against Themselves, en que Gilbert “critica la cultura popular de los años 90 y 2000, destacando cómo se construyó sobre la cosificación y sobreexposición femenina. Una generación de mujeres, explica, fue persuadida de que sus cuerpos eran mercancías que debían moldearse, vigilarse, fetichizarse o ridiculizarse, y que el poder sexual —aunque efímero— era el único que valía la pena. Esta mentira corrompió la promesa naciente del feminismo del siglo XX y, a medida que nuestras ambiciones se reducían, aumentaba el potencial de explotación”. Christine Emba llama la atención sobre el hecho tan llamativo de que, en este libro, Gilbert no desapruebe públicamente la pornografía, a pesar de la evidencia significativa que ella misma aporta acerca del daño enorme que causa en la sociedad.

5. La legislación mexicana

La legislación mexicana es cero tolerante con algunos tipos de pornografía, como es el caso de la pornografía infantil o la que se deriva de la trata de personas. También protege a las personas de la difusión de contenido sexual sin su consentimiento. Sin embargo, no establece penas para los consumidores de pornografía consensuada de mayores de edad, ni para los realizadores de estos contenidos. Por ello puede concluirse que, si bien algunas prácticas son sancionadas por involucrar a menores de edad o por ser producto de la trata de personas, la pornografía de mayores de edad con su consentimiento no es ilegal.

La falta de interés por regular este tipo de comportamiento ha traído como consecuencia que, según el informe de Pornhub de 2024, México se encuentre en la cuarta posición mundial de consumo de contenidos para adultos en dicha plataforma. Al mismo tiempo, este informe señala que México es el país con mayor tiempo de permanencia de las visitas. Además, lo más alarmante es que México es uno de los principales países de producción y distribución de pornografía infantil.

6. Conclusión

Conviene pensar de nuevo la pornografía para reconocer abiertamente el daño enorme que causa en nuestra sociedad. Por supuesto, erradicar completamente la pornografía es un desafío titánico, pero existen algunas herramientas que pueden ayudar a reducir su consumo:

a. Educación sexual integral. La educación comienza con el nombramiento de las cosas. Es importante educar desde edades muy tempranas sobre sexualidad y las relaciones saludables, pero también sobre los sesgos producto de la pornografía y los problemas sobre la visualización insana de las mujeres como objetos sexuales. Se trata de educar acerca de la importancia de respetar la dignidad de cualquier ser humano, lo que implica intrínsecamente el respeto a la dignidad de su cuerpo y de su sexualidad.

b. Tratamiento de las adicciones. Es importante ayudar a las personas que ya han entrado en este círculo vicioso del que es tan difícil salir. Una de las alternativas son las campañas de concienciación que promueven terapias y grupos de apoyo como en cualquier otra adicción. Aunque el planteamiento deba ser principalmente prevenir, no es conveniente olvidar a todos aquellos que ya se encuentran sumergidos en los tentáculos de este leviatán.

c. Fortalecimiento de las auténticas conexiones humanas. Por medio del afecto y el respeto como componentes necesarios en las relaciones de amistad, amor en pareja y amor familiar, pues ninguna relación virtual puede llenar el vacío de la falta de conexiones significativas que requiere el ser humano.

d. Ambientes sanos. Las nuevas generaciones viven en penuria, pues su necesidad de desarrollo integral no está del todo satisfecha. Es imprescindible dotarlos de las herramientas necesarias para que puedan tener una vida equilibrada. Hoy, más que nunca, los jóvenes tienen necesidad de encontrar lugares de esparcimiento sano, como el deporte o la cultura, en que encuentren las condiciones para establecer relaciones reales y a largo plazo.

Estas son algunas medidas que pueden implementarse para tratar de ayudar a reducir los efectos negativos de la pornografía. Lo primero, por supuesto, es reconocer que la pornografía es nociva y que su impacto negativo en la sociedad puede aminorarse. Para eso es preciso romper el silencio sobre estos temas, que a veces incomodan, y hablar de todo ello con compasión hacia nuestros semejantes, con apertura en la escucha de las diversas opiniones mediante el diálogo sereno y también mediante la prevención y la búsqueda de medios para facilitar a todos los implicados una vida más completa, más real y humana.

Ciudad de México / Barcelona, 26 de mayo 2025.


  1. Abogada y escritora. ↩︎
  2. Profesor de filosofía. ↩︎
  3. Agradecemos la invitación de Daniel Ochoa para colaborar en este número monográfico que nos ha brindado la ocasión de pensar de nuevo sobre este tema de tanta importancia. Pueden leerse las publicaciones precedentes de Nubiola sobre esta materia en “Erotismo y pornografía” [https://www.unav.es/users/Articulo69a.html] o “La marea de la pornografía” [https://www.aceprensa.com/cultura/la-marea-negra-de-la-pornograf-a/]. ↩︎

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